La disfunción eréctil (DE), también conocida como impotencia masculina, es un problema médico cada día más frecuente entre los hombres. Según una estadística especializada, este problema de erección masculina es más común que aparezca después de los 40 años, pero, en determinadas circunstancias, también puede aparecer en hombres de 20 años.
Desde el punto de vista médico, la disfunción eréctil es la incapacidad de tener y/o mantener una erección peneana satisfactoria, a la vez que se tiene un deseo sexual normal.
En las últimas décadas, la disfunción eréctil se ha convertido en un problema mundial, presentando una prevalencia aproximada del 13% en la población masculina. Esto se explica porque sus causas pueden tener múltiples orígenes, entre ellos físicos, emocionales o una combinación de ambos.
Un factor importante de la impotencia masculina es que no sólo tiene un efecto negativo en la vida sexual del individuo masculino, sino que también puede afectar a la relación con su pareja, contribuyendo a la aparición de la autoestima, la depresión y el estrés mental, siendo capaz de exasperar la situación médica y la calidad de vida en general.
Además de las causas más comunes de la disfunción eréctil, entre las que se encuentran las enfermedades cardiovasculares, la diabetes mellitus, el sobrepeso y la obesidad, las enfermedades neurológicas, el estrés mental, los traumatismos peneanos y el uso de ciertos medicamentos, desde hace unos años existe una fuerte asociación entre esta patología masculina y el tabaquismo.
Sin embargo, antes de explicar la fisiopatología de la asociación anterior es necesario explicar cómo se produce normalmente la erección del pene.
Fisiológicamente, el hombre expulsa su semen a través del pene. Esto ocurre durante el coito y la masturbación y, para ello, es necesario que el hombre tenga una erección peneana completa.
La erección del pene es una respuesta fisiológica compleja, que depende de diversos mecanismos físicos (estructurales, vasculares, musculares, hormonales y neurológicos) y emocionales, y se refleja directamente en el nivel de excitación sexual masculina.
Se obtiene gracias al flujo sanguíneo que entra en las arterias del interior de los cuerpos cavernosos del pene, consiguiendo la elevación, aumento de la turgencia, y las mayores dimensiones del órgano masculino. Si este flujo sanguíneo no es suficiente o es inferior a las capacidades de los cuerpos cavernosos, los fenómenos fisiológicos antes explicados no se producirán o se producirán de forma limitada, originando la disfunción eréctil.
Como ya se ha indicado, en las últimas décadas se han recopilado importantes pruebas sobre el desarrollo de una relación nociva entre el consumo de cigarrillos y la impotencia masculina, debido principalmente a sus efectos de degeneración vascular que conducen a su disfunción.
Fisiopatológicamente, el tabaquismo actúa a través de diferentes mecanismos en el desarrollo de la disfunción eréctil:
- Afectación de la vía de transducción de señales del óxido nítrico (NO): bioquímicamente, el NO es capaz de relajar el músculo liso situado en el interior de los vasos sanguíneos, permitiendo su dilatación y un flujo sanguíneo normal. Con el tabaquismo, la producción de NO se ve afectada y minimizada, lo que provoca la vasoconstricción de los vasos sanguíneos arteriales y la interrupción del flujo sanguíneo a la región del pene.
- Producción de daños vasculares intrínsecos: el tabaquismo altera la elastina de los vasos sanguíneos arteriales, que les confiere la capacidad elástica de dilatarse en caso necesario. Cuando se ven afectados, estos vasos ya no son capaces de dilatarse, produciendo rigidez arterial y reduciendo el flujo sanguíneo.
- Aumento de las comorbilidades masculinas: además de afectar al flujo sanguíneo a la región del pene, el tabaquismo también puede producir más complicaciones en torno a otras comorbilidades relacionadas con la funcionalidad cardiaca, pulmonar, cerebral y renal. Estas complicaciones por sí solas pueden afectar a la erección del pene, pero si a ellas se añade el tabaquismo, los resultados son aún peores.
Teniendo en cuenta estos mecanismos fisiopatológicos, la solución es sencilla: dejar de fumar. Esto permitirá el retorno de la funcionalidad vascular normal y el flujo sanguíneo regular a la región del pene, lo que resultará en una erección del pene más completa. Dejar de fumar también proporcionará un aumento del bienestar general, permitiendo que diferentes órganos y sistemas del cuerpo humano se curen a sí mismos.